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El maharajá de Rawhajpurtalah es un digno representante de su noble linaje. Conjugan- do cualidades de corazón y de espíritu, reina como un “buen padre de familia” sobre su pueblo y encarna unos valores muy preciados para Tintín y para su creador, Hergé. Vestido casi completamente de blanco, el color de la pureza y la inocencia, aquí lo descubrimos con un traje de ceremonia, en una postura que no resulta nada artificial. Con el brazo derecho ligeramente extendido y la mano abierta, parece invitarnos a compartir un momento de relajación y serenidad en su magnífico palacio.